Entrevista de Sergio García a Nicolás Castell, quien fue su antiguo alumno en la Universidad de Granada y hoy es compañero de profesión en el mundo artístico de la ilustración y el cómic. La entrevista fue una videollamada a través de zoom realizada el 11 de febrero de 2021, que ha sido transcrita y redactada por Giselle Castell.
Sergio: Creo que hacer una entrevista es un rollo, prefiero que tengamos una conversación, una charla. Digamos que llevo un montón de tiempo conociéndote y conozco poco de tu vida. Tú naciste en Argentina ¿no?
Nicolás: Nací en Argentina, pero con seis años vine a España.
S: ¿En Buenos aires? ¿Y tus padres vinieron directamente a Granada a vivir?
N: Primero vinimos a Motril y cuando tenía doce años nos mudamos a Armilla y ya después me mudé al centro de Granada.
S: Fíjate tú que la familia a veces, hay casos… yo tengo muchos compañeros en Bellas Artes que los dos son artistas y sus hijos tienen una reacción de antiarte, o sea, de odiar el arte. No quieren saber nada de lo que hacen los padres y tiran por otra rama. Pero, de vez en cuando, se da la particularidad de que hay familias que son artistas y en las que felizmente (al menos, así lo veo yo) los hijos acaban siendo también creadores. Por ejemplo, en mi casa ocurre con mi hijo y en la tuya también. El hecho de que tu madre sea ilustradora y tu padre diseñador gráfico ¿Cómo te ha influido para que tú finalmente hayas optado por ese camino?
N: Es curioso que también se da ese efecto que has comentado, porque mi madre hace un arte muy «cute», muy infantil, muy de libros infantiles, que es a lo que ella se dedica. Sin embargo, yo tiré por un dibujo más dirigido a un público, quizás no de adultos, pero sí de jóvenes. Ahí existe una diferencia. Pero sí, gracias a mi madre, evidentemente, me introduje en el arte súper temprano.
S: Claro, también es la forma de dibujar o de cómo afrontar el dibujo. Incluso el hábito de verla a ella trabajar. Ocurre lo mismo con los cocineros, siempre dicen: «mi madre estaba continuamente en la cocina, verla hizo que yo diera el paso»
N: Sí, me animaron desde chiquito y fue una suerte. Gracias a eso me acostumbré a tenerlo como parte del día a día. Dibujar como el que come, como el que duerme… Nunca me pusieron obstáculos. Es ya un tópico que los padres no apoyen los sueños artísticos del hijo y les pongan muchas pegas a la hora de querer estudiar bellas artes. Mis padres hicieron al revés: siempre me animaron. También influye el hecho de que a mi madre le hubiese gustado estudiar Bellas Artes en su día. No lo hizo porque su padre no estaba de acuerdo y, finalmente, estudió arquitectura. No llegó a acabarla porque ni siquiera le gustaba. Después estudió dibujo humorístico y, a raíz de ahí, empezó a trabajar.
S: ¿Siempre quisiste ser dibujante de cómic? En mi caso, por ejemplo, cuando era pequeño veía los cómics de André Franquin y pensaba: «de mayor quiero ser como este señor, quiero dibujar así» ¿Tú lo tenías tan claro? ¿Querías ser dibujante de cómic o te gustaba más dibujar? ¿Quizás te atraían los dibujos animados y luego te decidiste por la historieta?
N: Con doce años empecé ya a dibujar cómic, antes dibujaba sin un objetivo concreto, pero siempre de forma narrativa.
Ahora que lo pienso, quizás otros niños imprimen más expresividad a sus composiciones, las texturas o el color. Sin embargo, yo siempre hacía mini historias dentro del formato papel; creaba los personajes y un relato vinculados a una composición. Cuando cumplí doce años y tuve por lo tanto más capacidad, comencé a realizar mis ideas en forma de cómic.
S: En viñetas.
N: Efectivamente, en viñeta secuencial. Recuerdo que uno de los personajes era el Tarzán de la película de Disney, pero hacía muchas más cosas. Dibujaba a Tarzán, sencillamente, porque me gustaba cómo se veía, era una tontería. Con trece años descubrí Akira de Katsuhiro Otomo en una tienda de cómic en Granada.
S: Un poco pronto… [risas]
N: Lo descubrí viendo tan sólo las páginas en la tienda porque ni siquiera pude comprarme el libro. No tenía el dinero para comprar el tomo, tuve que ahorrar un montón. Les pedía dinero a mis padres y me daban poquito, porque nunca tuve una paga ni nada parecido. Eurito a eurito, después de tres semanas, conseguí comprarme el tomo cinco y adquirí los seis tomos años después. Recuerdo cómo me encontraba en la tienda leyendo las páginas. Era una pasada… Las composiciones, el nivel de tridimensionalidad, las ciudades… Me dije: «quiero hacer esto, quiero hacer algo así». Con trece años pensé: «¿Qué tengo que hacer para llegar a elaborarlo?: mejorar en el dibujo, así que estudiaré Bellas Artes».

S: Eras un chico racional [risas]. Lo anterior tiene que ver con la pregunta tópica que se hace en todas las entrevistas; ¿cuáles son tus referentes? Obviamente, ya lo has dicho: Otomo. Resulta curioso porque muchos dibujantes hemos pasado por una fase más evolutiva en cuanto a nuestros referentes. Por ejemplo, hemos comentado que una de mis primeras influencias fue Franquin pero rápidamente encontré a Moebius. Ese descubrimiento me cambió la vida.
N: Por mi parte, a Moebius lo descubrí después.
S: En mi caso, cada cambio de gustos lectores está relacionado con mi forma de dibujar. Primero, copiaba descaradamente a Franquin. No me salía bien, porque era un zagal. Luego poco a poco apareció Moebius y después redescubrí a Hergé, que fue muy importante. Todo esto tiene que ver con algo que también te quería preguntar y que hemos hablado mucho en clase: la creación del estilo ¿Cómo pasamos de una influencia clara a definir nuestro propio estilo gráfico? Es decir, el estilo con el que nosotros hablamos nuestro lenguaje, con el que nos expresamos y que se convierte en cierto modo en seña de identidad ¿Cómo se produce esa evolución? Cuando te conocí en la facultad tenías el embrión de un estilo definido, al menos yo ya te conocí más o menos dibujando así.
N: Gracias. Es verdad, recuerdo que esos dos años de asignatura, me causó una fuerte impresión Hugo Pratt, me gustaba mucho. La primera vez que acudí al Festival Internacional de cómic de Angoulême, me dijeron que lo que yo hacía era Pratt, ¿para qué iban a publicar cómic de alguien que se parecía a él, si podían reeditar sus trabajos?.
S: Claro, y sin embargo no era Hugo Pratt.
N: Fue cuando pensé que ese no era el camino y volví a lo que yo solía dibujar y que siempre me gustó. Más o menos es lo que estoy haciendo ahora, pero últimamente lo estoy depurando más. Siempre me gustó ponerle mucho detalle a mi trabajo. Me dije «voy a volver a hacerlo». La línea finita con sus tramas, texturas y trabajo de plumilla. Ahora estoy con el digital, si lo hiciera en papel no me daría la vida para terminar los plazos, pero es realmente la misma técnica.
S: Fíjate, aunque no lo has mencionado yo siempre he visto un poco de Milo Manara en esa línea clara que no era Moebius, sino que resultaba tan particular de Manara. Sobre todo, en primeras obras como Verano Indio, pero también en anteriores, entre ellas Las aventuras de Giuseppe Bergman, donde incluye un montón de rayas y de texturas. Veo mucho de tu dibujo en esas obras.
N: Sí, es verdad, sobre todo en Manara. Me gustaba mucho en esa época. Pero con el paso de los años se convierte en una mezcla. Suena quizás un poco esotérico, pero cuanto menos te preocupas por hacer un estilo, más va surgiendo poco a poco.
S: Fluye, es verdad, sale.
N: Sí, sí, creo que, al final, lo que estoy haciendo últimamente posee mucho de mi trabajo profesional como ilustrador. Especialmente en ilustración he hecho lo que me surgió, de una manera bastante fortuita pero divertida a la vez. Todo parte de cinco ilustraciones de temática japonesa parecida a la de Hiroshige o Hokusai.

S: Te ha marcado mucho.
N: Esas cinco ilustraciones componen realmente un cuento que está escrito pero que nunca he dibujado. Serían treinta imágenes en total y las hice en 2015 para la exposición del Festival Internacional de Cómic de Bolonia (para el concurso de SM, del Barco de Vapor). Ni siquiera me seleccionaron, sin embargo, lo puse en Internet igualmente y en la plataforma Behance se viralizó muy rápido. Gracias a esos cinco dibujos, que fueron despreciados por el jurado del concurso, he podido dedicarme a la ilustración profesional.
He realizado tantos trabajos así que ahora mi estilo parte mucho del mundo del ukiyo-e, mezclado con toda mi tendencia de cómic. Son una suerte de dos fuerzas que se entremezclan. Para que tengan el efecto final se necesita el color, que lo une todo en una simbiosis.
S: Una de las cosas que más me impresionaron de las cinco ilustraciones japonesas y que luego he visto también en tu trabajo (por ejemplo en tu proyecto en Webtoon), es el tratamiento del color y de la línea. El hecho de que conceptualmente quisieras hacer una traslación de la línea y del color del ukiyo-e te sirvió mucho. Son tonos que tienen fuerza. Al público le puede interesar mucho el tratamiento que desarrollas. Normalmente el cómic franco-belga se articula dentro de una línea negra poderosa y de un color más o menos plano, pero tú empiezas a introducir líneas cromáticas y un tratamiento gráfico muy interesante ¿Cómo coordinas esas líneas y esos colores?

N: Llevo ya tanto tiempo trabajando en ese formato, en ese marco conceptual, que me sale ya así.
S: Eso se llama estilo, Nicolás, se llama estilo [risas]. Es tu lenguaje: no tienes que pensar en él, sale solo porque es tu forma de hablar.
N: Puede ser, ojalá. Creo de todas formas que es algo que nunca se termina de formar, es algo vivo.
S: Efectivamente, pero el pre-lenguaje también, cuando tú hablas lo haces cada vez mejor. Se va depurando.
N: Claro, y también vas variando.
S: De golpe pasas de hacer pequeños trabajos a un macroproyecto como Borges, una bestialidad para un autor que empieza ¿Fue una experiencia positiva o negativa? ¿Cómo te afectó? Siempre es positiva, porque seguro que sacaste enseñanzas, pero hay una especie de aspecto dual en un trabajo así ¿Era demasiado pronto para hacer ese proyecto?
N: [Pensativo] No lo sé… Sí que me intimidó en su momento, por varios factores. En primer lugar, yo respeto y respetaba ya en ese momento a Borges, porque había leído toda su obra. Desde que lo descubrí se convirtió en mi ídolo. Pienso que es el Mozart de la literatura del siglo XX. Era una responsabilidad muy grande de golpe. En segundo lugar, se encuentra el tema de que iba a ser una novela gráfica de 150 páginas más o menos. Por mi parte, el máximo de páginas que había hecho eran los proyectos que había realizado en la carrera y el máster, que no llegaban ni a ocho páginas.

S: Claro, por eso te decía que fue un salto brutal.
N: desde luego, ¿quizás una transición más razonable hubiese sido un BD? Hablaríamos de 48 páginas, pero, de golpe, hacer 150 páginas…
S: Es una barbaridad.
N: Lo que ocurre es que lo cogí con muchas ganas. En ese momento estaba trabajando en Suiza en una oficina de grabado industrial… no estaba a gusto, la verdad. Hay personas y personas: algunas son ejecutantes, ¿no? Como el pianista o el violinista que sólo hace la música y ejecuta la partitura de un compositor.
S: Esa es una vieja discusión que tengo con mis vecinos violinistas.
N: Un oficinista es un ejecutante y el compositor es su jefe, el que le dice las ideas. No estaba a gusto en ese rol, no me pegaba para nada. Pagaban bien, pero no era feliz.
En ese momento me habían seleccionado para una exposición en la feria de Bolonia (otro proyecto distinto a las cinco ilustraciones japonesas) y acudí a la ciudad. Fue allí donde el editor John Naranjo me contactó para proponerme Borges. Me presentaron los proyectos que habían hecho: una novela gráfica sobre García Márquez y otra de Rulfo. Me explicaron que Borges sería parte de una colección que estaban haciendo sobre la vida de los grandes escritores latinoamericanos.
Me daba la sensación de que me encontraba en una película: era un gran honor que me ofreciesen hacer el primer cómic sobre Jorge Luis Borges. Por aquel entonces, yo sabía que no había historietas sobre el autor. Después de publicarlo sí que apareció otro comic de un dibujante argentino, pero en ese momento todavía no había nada. Me dije que, si había alguien tenía que hacer el primer comic sobre Borges, ese era yo. Estaba muy feliz. Respondiendo a tu pregunta: no fue sencillo, pero creo que si un comic te resulta fácil de hacer, no has dado el cien por cien.
S: Eso es un mito.
N: No, no.
S: Ahí discrepo, depende. Hay cosas que salen con muchísima fluidez, por ejemplo: la portada para The New Yoker me salió de un tirón. Tuve la idea y la ejecuté.
N: Pero es una portada, no es una historia, un macroproyecto.
S: Claro que es un macroproyecto también y yo he hecho muchos otros. Por ejemplo, Odi, uno de los libros con los que más he disfrutado, salió de una forma muy natural y fluida. Dibujaba una página todas las mañanas, levantándome a las seis de la mañana en verano. Cada tomo lo hice en vacaciones. Hacia las ocho o nueve de la mañana ya estaba dibujada la página. Era todo muy poético: cenábamos por la noche en familia comentando la página del día siguiente. Cuando me levantaba por la mañana, la ponía bajo el cristal y la dibujaba. De esta manera, en cuanto mi familia se levantaba, veía la página terminada.
Lo de que «no pones el cien por cien» se lo he oído a muchos dibujantes y no estoy de acuerdo. A veces he sufrido con cosas que me ha costado mucho sacar y de las que luego he estado muy orgulloso. Sin embargo, otras salen con fluidez y también te sientes muy bien con el resultado.
N: Sí, es verdad. Ahora estoy viendo el documental 10 años con Hayao Miyazaki. Él explica que dirigir una película es complicado, si uno no pone el cien por cien no se produce un buen resultado. Miyazaki establece que tienes que trabajar hasta sangrar por la nariz. Realmente lo pasa fatal en cada película, está en un constante estado de ansiedad.

S: Por eso siempre dice que es la última.
N: Sí, creo que más allá de que sea difícil o no, está claro que es algo intenso y, si lo sientes así, es que lo estás viviendo. Fue intenso hacer lo de Borges, hubo momentos divertidos, otros felices, y también instantes muy complicados. Sobre todo, en el capítulo siete, la época de Borges más depresiva. Tenía 42 años y, a pesar de ser autor y tener cierto nombre, no conseguía vivir de su obra, por lo que tuvo que aceptar un trabajo de bibliotecario en una biblioteca municipal de un barrio de Buenos Aires. Ese capítulo es muy triste. Dibujarlo me costó mucho porque tenía que ponerme en el «mood» de una persona a la que no le gusta su vida.
S: Pensaba que la parte final, más onírica, era la que te habría costado más o en la que lo habrías pasado peor.
N: Hay un capítulo que fue fácil y fantástico: el número seis (en el que Borges tiene el sueño). Es el capítulo que pude escribir yo. Desarrollándolo me di cuenta de que (enlazando con lo que me pasó en la oficina en Suiza, pero en otro nivel) me gusta escribir mis guiones. Fue una gozada, definitivamente es con lo que más disfruté. Después hubo otros que se hicieron de manera más o menos difícil, pero bastante bien en general.
S: Lo último que has dicho es interesante: hay dibujantes a los que les gusta escribir sus guiones y son autores totales. A otros les gusta dibujar y meterse en la piel del guionista cuando este les interesa mucho. Por ejemplo, yo cada vez soy menos guionista. En mi primera gran obra, Amura, fui guionista. Luego hice Geografía Marciana y poco a poco fui abandonando el guion. La verdad es que no me desagrada y el límite es llevarlo a dibujar las piezas de The New Yorker. A mí me encanta coger una pieza y diseccionarla, analizarla, estudiarla y reinterpretarla desde el punto de vista del dibujo. Se ha convertido en el paradigma de lo que yo quiero hacer; jugar a reinventar lo que otro ha hecho.
Es un aspecto que no entendía muy bien porque yo era como tú, quería ser un autor total, dibujarlo y organizarlo todo ¿Tu tendencia va a ser esa? Es decir, ¿realmente, prefieres seguir siempre solo o te abres a contactar con guionistas?
N: No lo sé. Como lector, si el guion es potente y me entusiasma, no me cierro esa puerta. Pero es cierto que me gusta mucho contar una historia y volverme loco en ella.
S: ¿Hay algo del cómic que estás haciendo que quieras contar en esta entrevista o prefieres mantenerlo en secreto hasta que se publique? He leído algo y he visto imágenes sueltas. No conocía Webtoon y sigo sin comprender bien en qué consiste ¿Es una especie de plataforma para jóvenes artistas?
N: No, no. Te podría atraer porque es interesante a nivel de formato y a ti, que te encanta experimentar con ello, puede que te llame la atención.
Webtoon surge en Corea, donde se conoce con una S final, Webtoons. Empezó contando historias con el formato de «scroll down» y se adaptaba bien a iPads y móviles. Tiene una media de usuarios por mes de sesenta y cinco millones de personas, es decir, sesenta y cinco millones de lectores mensuales. No hay ninguna editorial que tenga esos números. Es tan potente que en la actualidad Dupuis quiere ser el referente europeo.
El proyecto nuevo en Webtoon surgió en mi vida porque el año pasado fui a Angoulême en busca de trabajo. Llevaba una racha bastante jodida en la que no me entraba ningún encargo gordo y me encontraba, básicamente, subsistiendo. Fue una etapa un poco difícil, la verdad, pagaba el mes, pero no sabía como iba a pagar el siguiente. Fui a Angoulême porque me surgió el guión del proyecto de la vida de Houdini. Al final no prosperó y, además de ese libro, llevé mi proyecto The Journey. Lo imprimí en formato libro y lo presenté a los editores así.

S: Sí, creo que lo vi.
N: Lo de Houdini gustó, dijeron que era bueno pero que se parecía a muchas novelas gráficas sobre el mago. Sin embargo, mi pequeña historia les pareció única. Les encantó y me dijeron que era muy dinámico, perfecto para la nueva iniciativa de dar el salto a Webtoon como autores europeos.
Más tarde, tuve que adaptarlo al formato de «scroll down». Además, tuve que terminar de escribir el guión de los veinticuatro episodios (tienen que corresponderse con ese número).
S: Por metraje. Sucede lo mismo con el cómic franco-belga y las cuarenta y seis páginas. Son metrajes que poseen porque a nivel comercial lo pueden vender mejor.
N: Si, pero es mucho trabajo, son cinco zonas de 30 mil pixeles de alto por 1870.
S: El suelo de uno coincide normalmente con el techo de otro, aunque hay transiciones.
N: Claro, algunas páginas sí que tienen más fantasía en ese sentido.
S: Es muy bonito y juega perfectamente con el concepto del «scroll» ¿No lo empiezan a difundir hasta que no lo tengas publicado?
N: Empieza a publicarse en abril, aunque se acabará en septiembre. Irán publicando un episodio semanal.
S: ¿Y funcionará por suscripción?
N: Tengo entendido que la plataforma va a ser gratuita.

S: Estoy deseando verlo, la verdad ¿Lleva poco texto?
N: Esa es una decisión consciente: se trata de un cómic muy visual. Hay un capítulo en el que la protagonista llega a un mundo y, cuando finalmente se reconcilia con la civilización, aprende su lenguaje. En esa parte incluyo un poco de texto. Pero prima la parte visual. Yo quería que no tuviese ninguna palabra, sin embargo, el editor sugirió que le pusiera al menos un poco, para que no se viera únicamente como un trabajo de ilustración.
S: Pero obviamente no es ilustración ¿Tienes alguna propuesta por parte de Dupuis para reconvertirlo más adelante en papel?
N: Sí, dentro del contrato una cláusula establece que, si tiene bastante popularidad, existe la posibilidad de sacarlo en papel.
S: Para terminar, voy a soltarte una pregunta topicaza, ¿cuáles son tus proyectos de futuro? ¿Qué tienes en mente cuando termines esto?
N: Tengo ya una idea que está rondando mi mente. El proyecto que estoy haciendo es súper onírico, como un estado constante de ensueño o de meditación casi mística. Tiene muchas cosas locas y no creo que se comprenda mucho. A mi me interesa que la gente se entretenga, más allá de la comprensión, para que luego que cada uno saque sus propias conclusiones.
Sin embargo, en el siguiente proyecto sí que querría hacer algo mucho más estructurado. Tengo pensado un mundo urbano, una sociedad en decadencia, con personajes que tienen que luchar para sobrevivir. No es nada original evidentemente, bebe de Akira o Ghost in the Shell.
S: Al cómic franco-belga le puede encantar, porque forma parte del imaginario popular, que es lo que ellos quieren.
N: Me gusta mucho esa estética que he empezado a crear y tengo una historia más o menos pensada en la cabeza. Si una estética me atrae, me propongo hacer la historia para desarrollarla. En realidad, así he concebido todos mis proyectos, no suelo empezar la historia y luego hacer la parte gráfica, sino al revés.
S: Te enamoras de la estética primero.
N: Sí, me atrae la atmósfera y luego más adelante se me van ocurriendo las ideas. Es así como funciona mi cabeza.
S: Estupendo, Nicolás, muchas gracias por el rato y suerte con todo.
N: ¡Gracias a ti, e igualmente!
