Este año has publicado la segunda parte de la historia de Zilia, ¿habrá una tercera? ¿Has pensado en el relato como una trilogía?
Aunque Zilia tenga una continuidad y un desarrollo de un volumen a otro, las historias son independientes. No me he planteado su relato como uno cerrado de «x» volúmenes, me siento más cómoda sabiendo que puedo terminarlo en el número que quiera (y no se sentiría como algo inconcluso) o alargarlo hasta que me canse o no pueda hacer más. A mí sí que me gustaría seguir con la historia de Zilia, pero la vida da muchas vueltas y los proyectos más. El tiempo que tenemos es limitado y me gusta escoger bien en qué me embarco. Pero si doy con el momento adecuado, sin duda aprovecharé la oportunidad para continuar con el personaje.
¿Qué tiene el Pirineo para ser una fuente inagotable de leyendas e historias? ¿Cuál es tu vínculo con ellas?
Por lo general, las zonas montañosas son terreno fértil para el mito y las leyendas. Son lugares que nos hacen sentir pequeños, y donde la naturaleza, con todo su misterio, se impone. Cuando era niña e iba allí de excursión con mi familia era eso lo que sentía. Me maravillaban el silencio de los ibones, la sombra de las nubes proyectada veloz sobre las laderas, la neblina rasgada por los riscos, el aire, los colores. Todo eso se quedó grabado en mi memoria y es una gran fuente de inspiración para lo que hago hoy.
¿Podrías hablarnos de los Baterou, uno de los ejes centrales para comprender la trama?
Los Baterou son quienes, en el mundo de Zilia, median entre los seres mágicos de las montañas y los seres humanos. Buscan que haya paz entre estos dos reinos. Son un elemento ficticio, que no encontramos entre las leyendas tradicionales del Pirineo, pero muy clave para organizar y crear un mundo en el que dichas leyendas son reales y criaturas del cuento y del folclore caminan entre humanos.
Además de las narraciones pirenaicas, has plasmado sus paisajes y monumentos, como el Monasterio de San Juan de la Peña, ¿se puede entender el Pirineo sin su arquitectura? ¿Es fuente también de leyendas y tradiciones?
Claro, la arquitectura es al final también un espejo, que nos habla de ese lugar y de las personas que lo habitaron. En esta nueva aventura de Zilia he procurado mostrar lugares muy representativos y reconocibles, rodeados de sus propias leyendas, como bien indicas en el caso de San Juan de la Peña. Además estos monumentos acercan el mundo de Zilia al nuestro, le dan una identidad, una personalidad, en resumen, ayudan a definirlo. También era un punto que me hacía mucha ilusión: mostrar y dibujar lugares concretos, que pueden ser visitados a día de hoy y que personalmente me maravillan.
La evolución de Zilia desde el primer libro hasta el segundo es muy amplia, ¿Cómo has recreado dicho desarrollo en su carácter y personalidad?
Habiendo trascurrido casi cinco años entre un libro y otro era muy difícil retomarlo todo tal y como lo dejé, tanto en el dibujo como en el propio guion y el tratamiento de la historia. Porque en ese tiempo yo también había cambiado y había seguido aprendiendo. Decidí abrazar ese paso del tiempo en lugar de negarlo y darle también al personaje de Zilia la oportunidad de crecer. Busqué darle más profundidad a su carácter, mostrar que lo que habíamos visto en el primer tomo y que, en ocasiones, era su fortaleza también podía ser su debilidad. Realmente esta segunda historia ha sido una oportunidad para seguir profundizando en ella, y no solo en el mundo en el que vive. Otra cosa que me interesa es hacer a los personajes lo más naturales posible, que pudieran perfectamente recordarnos a cómo actuaría o pensaría alguien de verdad, y el trabajar con un solo personaje protagonista a lo largo de dos libros y tantas páginas me ha permitido experimentar con ello.
En general, a lo largo de tu trayectoria, ¿cuáles han sido tus principales influencias a nivel gráfico? ¿Hay una huella del cómic internacional, como el norteamericano o el manga japonés?
En mis inicios la mayor influencia provenía del manga japonés y creo que, aunque más diluido, se sigue notando un rastro en el estilo de dibujo a día de hoy. Aparte de en el dibujo, donde creo que se nota todavía más es en las composiciones de página y en el estilo narrativo. Lo que leí en mi adolescencia me enseñó sobre todo a cómo expresar el paso del tiempo y manipularlo a mi gusto, haciéndolo a la vez una experiencia cómoda y natural para el lector. Es lo que más disfruto de muchos mangas.
¿Y en el contexto del cómic español? ¿Cuáles serían tus referencias?
Cuando me empecé a tomar esto del cómic más en serio, recalé en la obra de David Rubín, que me atrajo mucho por lo que comentaba antes de la narrativa, y también por el estilo de dibujo, su fuerza, su energía. También, a raíz de que se publicara mi primer cómic empecé a conocer mucho más del panorama español: Nuria Tamarit y Xulia Vicente me encantan, su trabajo del color es genial; María Medem y lo poético de su narración, Emma Ríos, Paco Roca que no puede faltar, mi apreciada y admirada Isa Ibaibarriaga, Sento… es que hay tantos que enumerar. Muchas personas me inspiran y de todas siento que puedo aprender algo. Pero el primer autor español que me marcó, cuando aún no tenía muy claro a qué me quería dedicar (solo sabía que me gustaba dibujar); fue Juanfer Briones. Lo conocí en una feria y lo que pudiera parecer una conversación intrascendente, para mí fue muy importante porque me di cuenta de que había gente en España que dibujaba cómics, que eso no pasaba solo en Japón o en Estados Unidos, por ejemplo. Años más tarde, de hecho, coincidimos como autores en la misma editorial, en GP Ediciones. A veces no somos conscientes de lo mucho que nuestras palabras pueden animar a los demás a que sigan su camino.
Si tuvieras que seleccionar cinco cómics que hayan marcado el desarrollo de tu producción, ¿cuáles serían?
A veces me cuesta distinguir qué me ha influido y qué no, hay cómics que me encantan y de los cuales no veo nada en mi propia obra. Así que, más que que hayan marcado mi producción, quizá éstas sean obras que sobre todo me han hecho repensar lo que creía que sabía, y que recomendaría a cualquiera interesado en este arte: El incal de Moebius y Jodorowsky; Asterios Polyp de David Mazzucchelli; Beowulf de Santiago García y David Rubín; Clover de las CLAMP y Takemitsu Zamurai de Matsumoto Taiyou.